La Segunda Ola del feminismo desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la segunda mitad del XX, aproximadamente (1848-1960).
En 1848 se produce un punto de inflexión. Una serie de congresos realizados en Nueva York por mujeres y hombres feministas da como resultado un documento titulado Declaración de Sentimientos. En él se reflexiona sobre la condición civil y religiosa de la mujer y los abusos contra las mujeres, sustentados en las leyes, y su situación civil y religiosa, incluso sexual. En esta segunda ola, las feministas continúan pidiendo igualdad de derechos civiles, una revisión de la moral, y el sufragio universal.
Comienzan a alcanzarse los primeros derechos sociales como el salario y el derecho a los propios bienes. La mujer comienza a tener visibilidad en la esfera social: se declaran librepensadoras, comienzan a ejercer el control de la natalidad, a publicar, a tener acceso a la educación superior; conducen vehículos, comienzan a fecuentar lugares de recreo y esparcimiento. Comienzan las modas (visten pelo corto y faldas); la mujer empieza a vivir por su cuenta y a retrasar el matrimonio.
Durante la Gran Guerra, las mujeres ocupan muchos puestos de trabajo ante la ausencia de hombres; y ocurre lo propio al estallar la Segunda Guerra Mundial.
Se logra el sufragio universal (el primero en hacerlo es Nueva Zelanda en 1893 y los países más tardíos, en la segunda mitad del siglo XX).
Destacan, además de las mencionadas Clara Zetkin y Flora Tristán, Emmeline Pankhurst, Clara Campoamor, Carmen de Burgos, Simone de Beauvoir, Lucretia Mott, Elisabeth Cady Stanton o Emma Goldman.
El debate, que continúa vigente, era por la liberación femenina. Mujeres con privilegios de clase que aún así decidieron sacrificar su tiempo y comodidades en pos de la lucha por la igualdad de género. Pretendían que ser esposas, madres y/o amas de casa fuera una opción entre tantas. Pretendían una libertad que, históricamente, había estado restringida a los hombres. Cuestionaban la objetivación del cuerpo de la mujer para el placer masculino y el trabajo doméstico no remunerado. Problematizaban la autoarrogada supremacía del hombre en todos los ámbitos de la vida. Así fueron encontrando su voz en distintas organizaciones sociales y políticas feministas en EE.UU. que, sin embargo, tenían algo en común: sabían que estaban haciendo historia.
Una de esas organizaciones clave para esta segunda ola fue la NOW (National Organization for Women o, en castellano, Organización Nacional de Mujeres).
Esta segunda ola, además, puso en evidencia la falta de equidad al interior de las distintas organizaciones políticas. Si bien en muchas de ellas las mujeres eran un componente mayoritario, los hombres seguían siendo los únicos voceros y conductores. Este nuevo impulso feminista también sirvió, entonces, para eso: democratizar las estructuras orgánicas de las distintas agrupaciones y favorecer la pluralidad de voces. Las mujeres ya no querían hacer el trabajo manual sino también intelectual, no querían ser quienes recibían y acataban las órdenes, sino quienes tomaban las decisiones y ocupaban posiciones de liderazgo porque solo de esta manera estarían en mejores condiciones de plantear las reivindicaciones que interesaban a ellas mismas como sujetos políticos.
Esto suscitó no pocas contradicciones, ya que si bien las organizaciones podían estar de acuerdo en líneas generales en temas como la lucha por la liberación de los negros o la reivindicación de la paz, todo parecía ponerse en cuestión cuando era una mujer la que tomaba el micrófono. También había diferencias hacia el interior del propio movimiento de mujeres en cuanto a los métodos para lograr visibilidad en sus reclamos. Mientras que algunas consideraban que era necesario ser más radicales y llamar la atención de los medios, otras preferían los estrategias tradicionales de movilización.
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