Se considera que la cuarta ola comenzó́ a principios de los años 2000, aunque el impulso no llegó hasta 2012 gracias al impacto de las redes sociales. Fue en ese momento en el que se empezaron a iniciar campañas y movilizaciones virales en todo el planeta como #FreeTheNipple o #HeForShe que contribuyeron a una extensión de una conciencia feminista global.
Además de la función de viralidad, las redes sociales cumplieron también un importante papel como herramienta para evitar a los gatekeepers de los medios de comunicación tradicionales, generalmente dominados por hombres. Esto permitió que las participantes de las diferentes acciones pudieran hacer llegar su mensaje sin ningún tipo de filtro.
Muchas de estas participantes pusieron las redes sociales en el centro de sus comunicaciones, como las artistas Moderna de Pueblo, Paula Bonet o Raquel Riba Rossi (creadora de Lola Vendetta), que centran sus ilustraciones y viñetas humorísticas en el empoderamiento de la mujer dentro de la corriente del feminismo pop. Este tipo de contenido ha tenido una gran repercusión entre las mujeres jóvenes, tanto que artistas como las mencionadas llegan a congregar centenares de miles de seguidores.
Fuera de las redes, también hay varios hechos que han potenciado el resurgir feminista: por un lado, desde el activismo feminista, la llegada de muchas mujeres feministas a puestos de poder dentro de organizaciones como partidos y sindicatos. Y por otro, desde la concienciación feminista de las personas individuales, los relatos personales de famosos mediante el movimiento #MeToo o los casos de violencia de género que saltaron a la opinión pública como “La Manada”.
Todos estos ejemplos son parte de la gestación del nuevo movimiento durante casi dos décadas y que dan como resultado un cambio de mentalidad en la sociedad española respecto al feminismo y, por ende, de mayor participación en las movilizaciones del 8-M.
Al tradicional énfasis en una lógica de la justicia, y en particular de justicia distributiva e incluso de reconocimiento e igualdad, se han añadido otros conceptos y luchas concretas más alienadas con los problemas sociales actuales y que conforman cuatro grandes ejes temáticos:
La evolución de la expresión: “El feminismo no es lo contrario al machismo”.
El feminismo era un término utilizado de manera despectiva contra las mujeres hasta que las propias sufragistas en el siglo XIX se hicieron propia la etiqueta, resignificándola en positivo. Posteriormente, se desprestigió el feminismo desde todos los sectores por ser un movimiento burgués con perspectiva liberal, lo que contribuyó a la caída en desgracia del término, hasta el punto que la ola de los años sesenta optara inicialmente por autodefinirse como movimiento de liberación de la mujer. Más recientemente, también se ha utilizado el término género como un eufemismo en unas décadas donde el lenguaje políticamente correcto se ha impuesto, ocultando el conflicto social.
Esta vez, como en el siglo XIX, la cuarta ola ha vuelto a recuperar el término, cosa que tiene mucho que ver con el fortalecimiento del nuevo movimiento social. Durante las manifestaciones, el feminismo ha estado claramente presente con connotaciones positivas que se enfrentan al término feminazi utilizado por antifeministas de corte extremo que confunden el feminismo con el denominado hembrismo, equiparable al machismo, que revindica la superioridad de un sexo sobre el otro.
La sororidad: “A la huelga cien, a la huelga mil, yo por ellas, madre, y ellas por mí”.
La sororidad hace referencia a la hermandad y se construye a partir de la propuesta anglosajona de la sisterhood, y por oposición al término fraternidad. El concepto ha sido propuesto en castellano por Marcela Lagarde. Lagarde, que ha influido de forma notable en el feminismo global de las últimas décadas, sostiene que la sororidad es una forma intrínsecamente feminista de relacionarse que implica el reconocimiento de la otra, el diálogo entre mujeres diferentes, y requiere la identificación de algunos intereses comunes.
La violencia: “De camino a casa quiero ser libre, no valiente”.
La culpabilización de la víctima y el cuestionamiento de la veracidad de su denuncia han sido dos elementos centrales en el nuevo discurso feminista sobre el tema de la violencia: desde sus manifestaciones más cotidianas (como el manspreading) a las más mortíferas (como la violación en manada o la violencia de género).
Los nuevos discursos feministas han centrado su foco en la responsabilidad del sistema judicial y de los medios de comunicación que generan una doble victimización: suman a la sufrida por el agresor, la sufrida en segundo lugar por las instituciones que deben proteger a las víctimas y por los medios que no respetan sus propios códigos de conducta.
Ligado a este entorno de agresión y también de la sociedad en general, las mujeres no se sienten escuchadas en las instituciones políticas ni sociales, por lo que reivindicar su voz es clave en el contexto de esta nueva ola: “Somos el grito de las que ya no tienen voz”.
“SOMOS EL GRITO DE LAS QUE YA NO TIENEN VOZ”
El empoderamiento: “Si nosotras paramos, se para el mundo”
El empoderamiento es un proceso por el cual las personas fortalecen sus capacidades, confianza, visión y protagonismo como grupo social para impulsar cambios de las situaciones que viven. Se trata de un término que describe un proceso individual y colectivo, y que relaciona la experiencia individualmente vivida con las estructuras sociales de desigualdad o subordinación.
La cuarta ola del feminismo destaca por su carácter interseccional, que contempla otros rasgos como la raza o la clase social además del género para desarrollar su discurso.
“LA CUARTA OLA DEL FEMINISMO DESTACA POR SU CARÁCTER INTERSECCIONAL, QUE CONTEMPLA OTROS RASGOS COMO LA RAZA O LA CLASE SOCIAL”
Se conforma un desplazamiento del discurso del sistema sexo/género entendido como una desigualdad entre hombres y mujeres, a un sistema de género más allá de la lógica binaria. Así, al feminismo se le suman grupos LGTB+ que también sufren las consecuencias de un enemigo común: el heteropatriarcado.
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